Cuando nos acercamos de manera correcta a Dios y cuando tenemos un encuentro verdadero con él, podemos disfrutar de su comunión, así recibimos su bendición y él recibe nuestra adoración. Al recordar la obra de creación y de providencia de Dios, podemos darnos cuenta de sus decretos eternos para que vivamos bien y para que disfrutemos de él. Ahora mismo que conocemos lo que Dios ha hecho por todos nosotros a través de Cristo, no nos debe quedar dudas que las mejores cosas las encontramos en Dios y que siempre espera para que le busquemos de manera continua.
“¡Digamos con orgullo que no hay otro Dios aparte del nuestro! ¡Alegrémonos de corazón todos los que adoramos a Dios! Acerquémonos a nuestro poderoso Dios, y procuremos agradarle siempre. Hagamos memoria de las maravillas que nuestro Dios ha realizado; recordemos sus milagros y los mandamientos que nos dio.” 1 Crónicas 16:10-12
Nadie hay como Dios que iguale sus obras, y por esto mismo nadie se merece la adoración como él, porque tampoco nadie nos puede brindar la protección como él nos la da. Esto hace a Dios digno de obediencia, y hay que entender que las bendiciones de Dios las encontramos al ser guiados por medio de la verdad de Su Palabra revelada. La Palabra de Dios nos hace ver su bondad al darnos un Salvador, y por medio de ella somos convencidos y convertidos a Cristo para que recibamos la salvación y todas las cosas que nos permiten disfrutar cada instante las maravillas de Dios.La alegría para el ser humano radica en Dios, así que, cuando estamos en comunión con Dios tenemos este gozo, pero también disfrutamos de su poder que nos protege y nos provee. Jamás podríamos vivir bien en este mundo caído sin la presencia de Dios, ni tampoco podríamos tener la esperanza de morar con él eternamente si no fuera por su obra maravillosa de redención por medio de Cristo. Acerquémonos a Dios porque el camino está abierto para poder hacerlo y clamemos a él porque nos escucha y porque está dispuesto a recibirnos y atender nuestras necesidades, pero también para aceptar nuestra adoración.