
Cuando Cristo vino a la tierra para salvarnos por medio de la Cruz él llevó a cabo todo con fidelidad, por eso de manera obediente se entregó a la Cruz a pesar del dolor y de la vergüenza que esto implicaba. Cristo estuvo dispuesto a morir por nosotros aun cuando no merecíamos la salvación. Nadie aparte de Cristo podría en verdad ser mártir como él lo fue para librarnos de la condenación y del poder del pecado.
“y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,” Apocalipsis 1:5 RVR1960
Cristo vino para ser nuestro mediador entre Dios y nosotros buscando agradar a Dios con su sacrificio en la Cruz, porque Dios había establecido que sin derramamiento de sangre no podría ser quitado el pecado. Como Cristo llevó a cabo perfectamente el plan salvador de Dios, fue resucitado con el poder de Dios de entre los muertos, siendo así también la primicia de todos los que hemos de resucitar al creer en él y al recibirlo en nuestra vida como nuestro Salvador.
La muerte y la resurrección de Cristo le hacen victorioso sobre el mal, ya que satanás fue vencido para siempre, porque precisamente todo lo que Cristo hizo logra que seamos perdonados por Dios recibidos y bendecidos con las bendiciones eternas y celestiales. Cristo también venció a la muerte y así ejerce autoridad absoluta sobre los vivos y sobre los muertos, gobierna para siempre sobre todo poder y autoridad.
Al quedar todos los poderes sometidos a Cristo por él somos liberados del mal, recibimos la salvación, la cual no podemos perder porque Cristo mismo nos hará permanecer en él y perseverar hasta el día de su segunda venida. Esto también debe darnos seguridad en todo, porque Cristo como el Rey soberano tiene el control de todas las cosas y en todo actúa para nuestro bien, así, aunque los tiempos sean muy difíciles todo lo canaliza para sus buenos propósitos; propósitos que tienen que ver con nuestra salvación y con nuestro bienestar para siempre. Estemos contentos y seguros todo el tiempo, porque todo lo que Dios ha prometido se ha cumplido por medio de Cristo y todas las cosas han sido sometidas a él.
Nada de lo que Dios ha hecho por medio de Cristo merecemos, por eso todo muestra el grande amor de Dios y también el amor de Cristo, ya que su entrega en la Cruz fue voluntaria, porque siempre estuvo dispuesto a derramar su sangre para lavarnos de todos nuestros pecados. Por todo esto, con total seguridad debemos entregarnos a Cristo confiando en su obra salvadora para eterna salvación.