En la angustia podemos hallar confianza y triunfo cuando aprendemos a depender y a descansar en Dios. En ocasiones Dios nos hace pasar por procesos en donde nos damos cuenta de nuestra pobreza espiritual y que nuestros recursos físicos o materiales poco pueden favorecernos. En las sequedades y necesidades profundas, Dios se hace presente con el evangelio para que podamos comprender que él es la respuesta y solución para nuestras vidas, porque nos creó y nos dio al Salvador.
“Nunca las tinieblas triunfarán sobre nosotros, es decir, las obras de satanás no prevalecerán sobre los hijos de Dios, porque precisamente fuimos unidos a Dios por medio de Cristo, quien es la luz del mundo y derrotó a satanás. Por medio de Cristo recibimos la salvación, porque esto Dios lo planeó desde la eternidad y Cristo lo ejecutó perfectamente, por eso satanás fue destronado y así somos liberados para recibir las bendiciones eternas, y todo el tiempo podemos ser capacitados en el evangelio para resistir y vencer al maligno.”
Cuando Cristo está en nosotros también podemos ser luz, y es así como en la vida diaria podemos caminar con más seguridad y victoria. La vida en el evangelio es una vida nueva y activa a pesar de las oposiciones que todo el tiempo sufrimos, porque Cristo es el autor y el que sustenta nuestra vida. Dios nos ha salvado, pero también, de manera permanente nos está salvando, por esto hay que tener la seguridad que en Dios siempre estaremos bien, aunque satanás nos aseche.
Cada promesa de Dios tiene el propósito de que vayamos recibiendo todo lo que necesitamos. Así es como Dios nos hace participar de sus bendiciones, las cuales nunca faltaran en los que confían y que son necesarias para nuestra perseverancia y gozo permanente.
Dios des del principio prometió nuestra salvación, y habiéndose cumplido el tiempo, envió a su hijo nacido de mujer, porque así se había anunciado, que golpearía en la cabeza a satanás y que moriría en la cruz. Por eso es por lo que, somos salvados del pecado, de la maldición y del poder de satanás. Por lo tanto, vivamos sin temor disfrutando la salvación.