Dios no nos deja solos en las tribulaciones, él nos fortalece y nos consuela. Estemos dispuestos a seguir el plan de Dios, no renunciemos a lo que quiere para nuestras vidas, porque, aunque muchos momentos son difíciles podemos salir adelante porque él sabe cómo ayudarnos. Dios nos da consuelo con Su Palabra y también con ella nos fortalece y para esto obra el Espíritu Santo.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.” 2 Corintios 1:3-4
Busquemos a Dios confiando que nos dará reposo, que veremos su gloria al cruzar por el valle de la tribulación, y con mucho gozo esperemos porque se deleitará por nuestra victoria y perseverancia, pero también al ver su propósito cumplido en nuestras vidas. Así que, no dejemos que la tristeza nos gobierne, ni seamos presa del desánimo, por el contrario, procuremos en Cristo un espíritu ferviente, de valor y de dominio propio.
Dios también se glorifica usando nuestros procesos para que otros nos vean aprendan a superar los padecimientos con la confianza de que Dios está obrando. Dios espera que seamos testigos de su gracia y de su poder ante quienes están pasando tiempos difíciles y que por lo mismo no encuentran consuelo ni la salida. Por todo esto podemos llegar a la conclusión, que las tribulaciones que nos encontramos en el camino de la vida no son en vano, sirven para nuestro provecho espiritual, para que podamos ayudar a otros y para glorificar a Dios por su misericordia y por su especial consuelo.