
La vida humana es bastante corta y somos muy frágiles. En las jornadas de nuestros días experimentamos dolores, cansancio y desgastes, y seguramente en todo esto nos damos cuenta de que lo que necesitamos lo encontraremos en Dios quien es eterno, todopoderoso y que no se cansa. Los que somos creyentes en Cristo nos damos cuenta de nuestra realidad y cada día aprendemos a relacionarnos con Dios para buscar su ayuda, no así los que no reconocen a Dios.
“Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá. Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti.” Salmos 39:7-7 RVR1960
Dios le ofrece al ser humano la vida eterna y este debe dejar de fijarse y de aferrarse a las cosas vanas de este mundo, porque hasta la vida es vana cuando se vive separado de Dios, porque todo eso incluyendo la vida es pasajero. En esta vida se puede conquistar alegría, pero es aquella alegría acompañada de una sonrisa, pero que a la vez por dentro hay insatisfacción, miedo, preocupaciones e incertidumbre del presente y del futuro.
De nada sirve lograr tantas cosas en esta vida si al final llega la muerte y todo aquí se queda, por eso hay que buscar lo que trasciende el tiempo y el espacio y eso Dios nos lo ofrece por medio de Cristo y en esto es en lo que en verdad debemos estar enfocados; en la salvación y en la esperanza de estar con Dios en su gloria por siempre.
No vivamos la vida física como si fuéramos eternos, o como si tuviéramos el control de todo, por esto mismo tampoco debemos desperdiciar ni siquiera un instante. Tampoco debemos dejar para mañana lo que necesitamos hacer con urgencia, por eso hoy es el tiempo para ponernos a cuentas con nuestro Dios amparados en su gracia.
No planeemos hacer cosas independientes de Dios, anhelemos llevar a cabo su propósito y por eso debemos aceptar lo eterno y glorioso que nos ofrece. Todos nuestros días debemos vivirlos para su gloria porque es la única manera de vivir tranquilos, con provecho y llenos de esperanza.