Disfrutemos la alegría del perdón

El perdón es una bendición que recibimos de Dios por gracia cuando la buscamos a través de los méritos de Cristo, es decir, la base de nuestro perdón no somos nosotros, ni algún comportamiento correcto, ni tampoco nuestras buenas obras. Aun la fe para poder aferrarnos al sacrificio de Cristo nos llega al corazón como un regalo de Dios el cual es operado en nosotros con la palabra del evangelio y con el poder del Espíritu Santo.
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.” Salmos 32:1-2 RVR1960
En el perdón de nuestra vida siempre podemos ver el gran amor de Dios, ya que, mereciendo únicamente la condenación eterna, nos ha resuelto nuestro pecado, porque a través de Cristo ha satisfecho su justicia y calmado su ira para con los pecadores. El perdón no solamente es la declaración de Dios quien nos declara libres de ese mal, sino que él de manera espiritual nos permite sentir esa experiencia porque podemos llegar a tener seguridad de que hemos sido perdonados y por lo mismo vivimos el gozo del perdón.
La gracia de Dios produce en nosotros la verdadera y eterna alegría, y esto es así, porque el ser humano vuelve a su posición original con la que fue creado por Dios, es decir, vuelve a la relación espiritual con Dios en donde puede tener comunión con él y disfruta de las bondades espirituales y eternas. Una vez que recibimos el perdón de Dios, cada día debemos ir experimentando la restauración de nuestra vida mediante su gracia, porque es así como se restaura el edén, es decir, así va tomando lugar esa vida de comunión espiritual que tuvo el ser humano cuando Dios lo creó y lo colocó en su presencia en el huerto del edén.
Debemos arrepentirnos de nuestras maldades reconociendo que somos pecadores, pero también confesando que Cristo es el Salvador que Dios nos ha dado, que él es el medio, porque por él es perdonado nuestro pecado y quitada nuestra culpa. En verdad, solamente por medio de la sangre de Cristo se cubren nuestros pecados, es cubierta la vergüenza, y al ser quitada la culpa se va el miedo de la vida, ese miedo por ser culpables ante Dios al transgredir su ley. Aunque muchos no lo sepan y no lo aceptan, es el miedo en el alma por el pecado lo que provoca la intranquilidad y la tristeza en el ser humano. Así que, disfrutemos la alegría del perdón.