Quedó manifestado que Cristo no renunció al dolor de la cruz por nuestros pecados, estuvo dispuesto a morir por nosotros con la muerte más vergonzosa y dolorosa, con el propósito de satisfacer la justicia de Dios que reclama castigo y condenación eterna para todos nosotros los pecadores. Las palabras de Cristo muestran, que su muerte fue el plan de Dios y su decisión voluntaria para salvarnos de la maldición y para darnos el lugar más alto de bendición.
“Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” Mateo 26:38-39 RVR1960
La agonía de Cristo mientras oraba anunciaba el sufrimiento de su cruz, el cual no era solamente por los látigos, por la lanza y los clavos que partirían su cuerpo, sino porque estaría cargando con todos nuestros pecados y por eso sufriría el desprecio y el abandono de Dios el Padre. El pecado llena de tristeza la vida, la condena a la angustia más grande y trae como consecuencia la separación con Dios, lo cual es lo más terrible. Cristo no pecó, pero decidió cargar con nuestros pecados, y por eso sufrió el dolor del pecado.Nos debe quedar muy claro que, la salvación es el resultado de la voluntad de Dios, no de la nuestra, que Cristo es el único medio posible y dado por la voluntad de Dios para que seamos libres del pecado y de todas sus consecuencias. Esa copa amarga, no solamente representó lo horrible del pecado porque nos separa de Dios y nos llena de maldición, sino que también significó el sufrimiento tormentoso de Cristo al ser colgado en la cruz para morir por nuestra culpa y así librarnos del castigo por cada uno de nuestros pecados.