
No cargues más el peso del pecado que Cristo ya cargó por ti, no sufras más por lo que Cristo ya sufrió
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Isaías 53:3-5 (RVR 1960)
Nuestro pecado fue el causante de todo el dolor que padeció Jesucristo; él fue despreciado para que nosotros pudiéramos ser aceptados por Dios como hijos, su dolor nos trajo alivio, su muerte nos dio la vida. Hoy debemos dejar esa vida de indiferencia y de desprecio, porque de lo contrario ya no hay para nosotros esperanza, ya nadie más volverá a morir en nuestro lugar por nuestros pecados. Debemos arrepentirnos de nuestros pecados y confesarlos a Dios, abrazando con fe el sacrificio de Cristo que es el único que nos puede quitar la culpa.
Todos nosotros somos los causantes de la muerte y del dolor que padeció Cristo, pero como creyentes en él somos perdonados. Sin embargo, los que no creen en Cristo pagarán el precio por la muerte de Cristo. La muerte de Cristo no fue en vano, su propósito es levantarnos de la condición mortífera en la que el pecado nos dejó, pero también la muerte de Cristo no quedará impune, los que no la reconozcan como un sacrificio redentor pagarán su pecado en el infierno con satanás por la eternidad.
Si ya eres creyente en Cristo, hoy te invito a vivir una vida de sacrificio y entrega total por Cristo, porque por amor a ti se entregó al dolor y a la muerte en una cruz. Él tomó la cruz por ti, ahora él te invita diciendo; “Si alguno quiere venir tras de mí, niéguese a sí mismo y tome la cruz y sígame”. Mateo 16:24.
No podemos vivir en quejas y en murmuraciones en la congregación a la que asistimos, en donde se supone honramos a Cristo, debemos trabajar con toda diligencia y con amor sincero, tampoco podemos seguir viviendo con el peso de los males que él ya cargó, ni con la culpa que ya nos fue quitada.