Nuestra salvación es el resultado de la pura gracia de Dios, no la merecemos, ni podemos salvarnos solo por nuestro propio esfuerzo
…por medio de la fe en Jesucristo, Dios hace justos a todos los que creen. Pues no hay diferencia: todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios. Pero Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos, mediante la liberación que realizó Cristo Jesús. Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quería Dios mostrar cómo nos hace justos: perdonando los pecados que habíamos cometido antes, porque él es paciente. Él quería mostrar en el tiempo presente cómo nos hace justos; pues así como él es justo, hace justos a los que creen en Jesús. Romanos 3:22-26 (DHH)
Todo ser humano calló en la miseria del pecado, de esta condición no es posible salir solos, la obra de Cristo resulta necesaria para lograrlo. A través su muerte Cristo pagó por nuestros pecados, sólo él pudo cumplir con las exigencias de la justicia de Dios, porque Dios no da por inocente al culpable, ni culpa al inocente, pero como la entrega de Cristo por nosotros fue voluntaria, su sacrifico fue considerado el pago del castigo de nuestros pecados.
Es por esto que a través de Cristo podemos ver la gloria de Dios, podemos de nuevo regresar a una relación con Él. Luego de ser destituidos por nuestros pecados, en Cristo nos es restituida la posición ante Dios nuestro creador y entramos en una relación de Padre e hijo.
Luego entonces, nosotros no tenemos que gloriarnos, porque nuestra salvación es totalmente por gracia, es un favor inmerecido que resulta del grande e infinito amor divino. Así que, toda la gloria es para Dios, todo nuestro ser debe honrarle por los siglos de los siglos.
La Biblia describe la condición del ser humano sin Dios, por lo que la intervención de Dios es necesaria para la salvación:
“¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.” Isaías 1:4-6 (RVR1960)