
Debemos ser diligentes delante de Dios en la búsqueda del perdón y de la santificación
“Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable.” Salmo 51:1-4 (NVI)
Los hijos de Dios no somos perfectos totalmente, estamos siendo perfeccionados por Él, por lo cual tenemos que ser diligentes y responsables en la comunión con Dios. Sin embargo, todo creyente ya no peca como esclavo del pecado, porque los que hemos creído en Cristo hemos sido libres del mal para servir a ahora a nuestro Salvador.
Los hijos de Dios cuando pecan, sintiendo dolor por su pecado, se arrepienten y buscan la misericordia de Dios, no solo para ser perdonados, sino también para recibir la fuerza de Dios y así estar firmes frente al pecado. Los hijos de Dios son conscientes de la necesidad del perdón y de la santificación, por lo que todos los días y en cada ocasión ejercitan su fe mediante un tiempo devocional, se relacionan con una congregación para adorar, servir y de esa misma manera crecen juntos en la fe.
Si aún eres esclavo del pecado, si aún no te has arrepentido de tus rebeliones contra Dios, hoy es un buen tiempo para que seas perdonados, para que seas lavado de tu maldad y para que sea quitada tu culpa. No esperes más, recibe hoy la misericordia de Dios y acepta su perdón.
Así dice la Biblia también sobre el trato con nuestro pecado:
“Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón. ¡Dichoso el que siempre teme al Señor! Pero el obstinado caerá en la desgracia.” Proverbios 28:13-14 (NVI).
“Tú, Señor, eres bueno y perdonador; grande es tu amor por todos los que te invocan. Presta oído, Señor, a mi oración; atiende a la voz de mi clamor.” Salmo 86:5-6 (NVI).