Hay muchos “cristianos” justicieros pero pocos justos con amor

La justicia que debemos practicar, es atender con amor a los olvidados y marginados por su pobreza material, porque estos un día se sentarán con Dios en la gran cena, Dios les hará justicia a ellos a través de los siervos de su reino, esto es a través de su iglesia

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Mateo 5:6 NVI.

La justicia tiene que ver con la práctica de la verdad y el amor; con el amor se logra el bien del prójimo y con la verdad se practica correctamente el verdadero amor. En este principal sermón de Jesús sobre su reino, ofrece la justicia para aquellos que han vivido marginados. Este es un sermón esperanzador de justicia, pero también es un llamado a todos los hijos del reino para que practiquen y proclamen la justicia.

Vivir la justicia es vivir el ejemplo de Jesús, pero es también morir nosotros para que viva Jesús en la vida nuestra. Jesús es la verdad con la que la justicia puede llegar a ser. Hoy es un buen tiempo para aceptar la promesa y la responsabilidad de la justicia en el reino de Dios. Un creyente justificado debe tener como máxima de su práctica cristiana la justicia, tal y como Jesús la aplicó en su vida ministerial.

La justicia a la que Jesús se refiere en relación con los que tienen hambre y sed de ella, es la carencia de amor para quienes están necesitados y olvidados, estos en lugar de recibir amor, son despreciados, y maltratados sin que puedan defenderse por la posición que ocupan socialmente. La verdadera justicia es amar con el amor de Dios. Los pobres deben tener y no debe quietárseles lo que tienen. Dios hace justicia a ellos a través de los hijos de su reino, es decir, a través de la iglesia, esta con el amor, y con Estado a través de los magistrados.

La Biblia también dice:

El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra. Proverbios 21:21 NVI.

¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8 NVI.

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