
La buena relación que podamos tener entre creyentes del mismo Dios e hijos del mismo Padre celestial, es precisamente característico de quienes tienen una verdadera comunión con Dios
Que el Dios que infunde aliento y perseverancia les conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.Romanos 15:5-6 NVI.
La adoración en comunidad es importante. Sin embargo, para poder estar en armonía es necesario un carácter como el de Cristo. La individualidad no puede ser parte de una comunidad de creyentes que se reúnen para ofrecer el tributo y la adoración al Creador del universo y Redentor de nuestras vidas.
Esta unidad para adorar, no es solo en el desarrollo de una liturgia o en los cantos congregacionales, es en toda la dinámica de la vida humana, y por lo mismo, tal unidad se refleja en el servicio que mutuamente podemos y debemos ofrecernos. Siendo que todos hemos recibidos los mismos beneficios de Dios, por decirlo así; todos hemos sido perdonados, todos recibimos la salvación y todos tenemos el mismo Padre celestial.
Por lo tanto, todos debemos tener el mismo propósito en el corazón; adorar a nuestro Dios y todos debemos hacerlo con el mismo sentir de unidad. Cuando no hay unidad en nuestra iglesia la adoración es pobre, cuando no tenemos en el corazón un espíritu de armonía nuestra vida de fe es falsa.
El orgullo, la arrogancia, el ser sabios en nuestra propia opinión, la falsa piedad y la falta de amor no nos dejan vivir en unidad como iglesia para adorar. Hoy se vive una frialdad en muchas congregaciones, la adoración se ha vuelto rutinaria y un mero compromiso religioso. Es en esta condición donde la adoración no glorifica a Dios y por lo mismo tampoco edifica a los congregantes, porque no es sólo esto lo que la iglesia debe hacer para crecer saludable, es también, ejercer todos los dones en función de la unidad y para la edificación de todos los que forman parte del cuerpo de Cristo.
La Biblia dice:
Amen al Señor, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido. Salmos 31:23 NVI.
Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor. Salmos 95:6 NVI.