
Sólo por el poder de Dios podemos responder con fe al evangelio y ser salvos.
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Romanos 1:16-17
Aunque nuestras obras sean muchas y muy buenas, estas no nos alcanzan para atribuirnos la salvación como un logro humano, pero aun cuando la salvación no es posible por nuestros propios recursos, Dios si se glorifica por las obras de nuestra fe, obras de justicia, las cuales resultan de un corazón agradecido y que entiende, que todos los méritos por el don de la salvación corresponden a Cristo y a su obra perfecta en la cruz, con la que satisfizo la justicia divina.
Por lo tanto, el evangelio se recibe por la fe y, aun la fe es un don de Dios. El evangelio nos fue dado del cielo, también la fe con la que podemos abrazar a Cristo y sus promesas, y por esta fe podemos perseverar hasta el día glorioso de Cristo, cuando retorne a la tierra.
El evangelio no nos produce vergüenza, sino esperanza y gozo. La buena noticia de Dios fue revelada para todos, es el único medio por el que podemos ser salvos, nada hay por encima de la obra de Cristo, ni siquiera a lado de él como medio de salvación.
El pecado ya no tiene poder para mantener esclava a la humanidad que se arrepiente, tampoco las tribulaciones de la vida son capaces de disipar el gozo de la salvación. El evangelio es poder para salvar a aquellos a quienes les es dada la fe de Dios para creer.
Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada. Efesios 2:8-9 DHH. No quiero rechazar la bondad de Dios; pues si se obtuviera la justicia por medio de la ley, Cristo habría muerto inútilmente. Gálatas 2:21 DHH.
Si todos los méritos de nuestra salvación son de Dios, y como la salvación es el don más grande que hemos recibido, nuestras vidas deben responder a Dios, debemos morir al pecado para vivir únicamente para la gloria de Dios. Por lo tanto, el saber que somos salvos por la obra de Dios y no por nuestro esfuerzo, no nos motiva a servir al mal, sino todo lo contrario, el evangelio que nos salva nos mueve, nos capacita y nos vivifica para vivir justamente para la gloria de Dios.