La familia debe ser establecida y formada conforme al modelo divino, Dios debe ocupar el centro de nuestro hogar, así tendremos una familia en plenitud de gozo.
Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes. En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados. Salmos 127:1-5 NVI
La familia es de diseño divino y es la base de la sociedad,
el correcto funcionamiento tanto de una como de la otra dependen de Dios. No hay familia que prospere, ni sociedad honorable, a menos que se tenga a Dios como guía. Hoy es un buen tiempo para construir una buena sociedad teniendo hogares sólidos con la bendición de Dios.
Si Dios no está presente en el hogar y en la vida de todos los miembros de la familia, todo el esfuerzo humanamente posible no será suficiente para dar solidez a la vida familiar. La autoridad y la sabiduría para poder dirigir un hogar deben proceder de Dios a la vida de los padres, y los hijos deben estar bajo el temor divino, deben honrar a los padres, porque ese será el testimonio principal de estar bajo el señorío de Dios.
Si los padres no tienen la sabiduría de Dios y no están bajo su autoridad para gobernar la casa, la familia se irá por un rumbo equivocado y los hijos no sabrán de honra. De esta manera, la vida de la familia será corta, porque sufrirá la desintegración o todos estarán contra todos, no solamente en una relación meramente física, sino que espiritualmente tampoco habrá orden. De esta manera el nombre de Dios no estará siendo honrado, y por lo mismo las bendiciones de Dios tampoco serán conocidas.
El fundamento y el diseño de la familia dependen de Dios; si Dios no es el soporte del hogar, las tempestades de la vida lo derrumbarán, si los integrantes de la familia no actúan en sus roles y deberes como Dios manda, la familia no será perseverante, estará incompleta, pobre y vacía, eso hará que todos los miembros de la casa estén carentes de la dicha que deben tener quienes dependen en todo de Dios, de los que actúan conforme a sus normas y de acuerdo a su voluntad.
Dios es el único que puede sostener, proveer, dirigir y proteger el hogar, y lo hace a través del orden que ha establecido. En ese orden, la actitud de los padres y de los hijos es fundamental. Una familia puede tener posesiones económicas y mucha seguridad humana, pero eso no es suficiente para que la familia esté verdaderamente bien.
La felicidad de la familia depende totalmente de un corazón que se rinde ante Dios y de que todos actúen bajo el temor divino. Si en el hogar Dios no es reverenciado, no pasará mucho tiempo y el mismo será derribado, aunque sus muros y sus puertas sean de acero.
Hoy es un bien tiempo para que trabajemos bajo el plano divino que Dios tiene para nuestro hogar, para que la seguridad de las puertas de nuestro hogar sea la presencia de Dios, y que el pan que todos necesitamos para vivir lo recibamos de las manos bondadosas del Creador. Hoy es la ocasión oportuna, para que comencemos a exaltar a Dios por sobre todas las cosas, con la certeza de que cada circunstancia por muy difícil que sea, la vamos a soportar con el amparo divino.
Comencemos a reconstruir nuestro hogar enseñando a nuestros hijos, para que amen, obedezcan y a glorificar el nombre de Dios, pues la Biblia dice: »Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades. Deuteronomio 6:4-8 NVI
Actuemos siempre esforzadamente en nuestro hogar confiando en las promesas de Dios, porque Él promete salvar nuestra familia, así lo afirma su Palabra: Luego los sacó y les preguntó: —Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo? —Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos —le contestaron. Hechos 16:30-31 NVI