El miedo a la muerte es por falta de fe, y los que prefieren los deleites de este mundo más que las promesas futuras, ven la muerte como una perdida y como una desgracia.
Porque para mí, seguir viviendo es Cristo, y morir, una ganancia. Y si al seguir viviendo en este cuerpo, mi trabajo puede producir tanto fruto, entonces no sé qué escoger. Me es difícil decidirme por una de las dos cosas: por un lado, quisiera morir para ir a estar con Cristo, pues eso sería mucho mejor para mí; pero, por otro lado, a causa de ustedes es más necesario que siga viviendo. Filipenses 1:21-24 DHH.
Cuando en nuestra vida diaria vivimos para Cristo, entregados totalmente a su servicio y mostrando un testimonio claro de fidelidad somos inmensamente bendecidos con la certeza de las promesas presentes y futuras.
Este testimonio, es también la manifestación de quien tiene aseguradas, por gracia divina las mayores y mejores riquezas celestiales, para vivirlas aquí, esperando la consumación en el día glorioso de Cristo.
Aunque aquí vivimos en el gozo de Cristo nuestro Salvador, por la confianza en Él, incluso, morir es más conveniente, porque al morir, tenemos la esperanza de la resurrección y vamos a la presencia de Dios, donde ya no hay lugar para el dolor. Nuestra mayor promesa después de la muerte es que, volveremos a vivir a través de la resurrección y continuaremos sirviendo al Señor de manera perfecta y gloriosa.
Quien le tiene miedo a la muerte, no está preparado para morir y quien no está preparado para morir, no ha aprendido a vivir, porque a Cristo no ha querido recibir. Hoy no debemos lamentarnos ni murmurar contra Dios por los tiempos difíciles, porque Dios aquí esta con nosotros y Él mismo nos guiará aún más allá de la muerte.
La Biblia también dice:
Pues nosotros, mientras vivimos, nos vemos expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también su vida se muestre en nuestro cuerpo mortal. De ese modo, la muerte actúa en nosotros, y en ustedes actúa la vida. 2 Corintios 4:11-12 DHH.
Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Romanos 6:8-9 RVR1960