Claro está que nadie puede suplir a Cristo como el medio especial de Dios para revelarnos su gloria, pero aún la naturaleza proclama la existencia y el buen propósito de Dios para nuestras vidas.
Puesto que el ser humano necesita de Dios, a pesar de la caída, Dios le ha dejado la huella de su imagen en su ser, para que este sienta la necesidad de buscar el camino que le traiga de regreso a Dios. Pero no solamente esto hay en el ser humano que le impulsa volver a su Hacedor, pues no hay día, en el que dejemos de ver, para donde quiera que volteemos, la huella de Dios impresa en todo lo creado.
Hasta nuestros oídos pueden oír en la naturaleza un mensaje de amor, poder y de sabiduría del nuestro Creador, que nos invita a convertirnos a Él y adorarle como es debido, porque solo así podemos hallar la dicha para vivir muy bien aquí, y para tener la esperanza de la gloria celestial.
En ningún rincón del mundo, el hombre puede deshacerse de ese sentimiento que lo doblega a buscar toparse con un ser divino, para calmar su necesidad de Dios en la vida. Y tampoco puede dejar de ver la presencia de Dios manifestada en la naturaleza.
Por tal razón, el humano no tiene excusa de nunca haber sabido de Dios, porque lo oculto de Dios ha quedado descubierto, porque Él así ha querido revelarlo, para mostrar a todos, su existencia, su gobierno y provisión, y para que de esta manera, le reconozcamos temerosa y reverentemente, como nos es conveniente que se haga.