Dios recompensa permanentemente al de corazón honesto y agradecido, al que actúa impulsado por el bien que ha recibido, para hacer lo bueno, sin buscar más que decir con ello: “¡muchas gracias!”
El que cree en Dios es inspirado y motivado para hacer el bien. Inspirado, porque la naturaleza de Dios, es siempre hacer lo bueno, y porque es característica de Dios la bondad. De hecho, conocemos de Dios este atributo, porque nunca nos han faltado el bien y la misericordia que proceden de Él. Hasta el juicio de Dios es ejecutado siempre con buenos propósitos.
Dios motiva a sus hijos para que hagan lo bueno, porque el Espíritu Santo que mora en los hijos de Dios, no solamente es un sello de propiedad divina, sino que también, mediante El, Dios los prepara para toda buena obra. Es por esto que, todos los dones y ministerios que nos son dados con el Espíritu Santo “Son a fin de preparar a los santos, para que estén en condiciones de servicio, para que sean de bendición en la vida de otros”.
Sin embargo, existe la falsa piedad o las obras que son “buenas”, pero que emanan de un corazón malo, es decir, las obras de los que son hipócritas, o las de los vanagloriosos. Estos últimos, son los que hacen cosas “buenas”, para sentirse bien ellos mismos.
Nos conviene saber, cómo está nuestra vida en este aspecto, debemos estar seguros de hacer el bien que Dios manda y como Él manda que se haga, porque ahora en Cristo tenemos su naturaleza, pero también debemos ser honestos sobre qué es lo que nos motiva hacer lo que hacemos, o si no estamos haciendo nada, también es razón para reflexionar.
Hay una cosa más al respecto, no menos peligrosa que lo anterior. Se trata de los que hacen cosas “buenas” pretendiendo “escapar” con ello del juicio de Dios. Sépase que, de la ira de Dios no se escapa con buenas obras.
Primero, porque el que hace esto, debe saber que sus buenas obras están manchadas con la maldad de su corazón, porque el que piensa que puede manipular a Dios, su conocimiento de Dios no es verdadero. Y por lo tanto, quien actúa así, se aleja cada vez más de Dios y se acerca más a su ira y juicio.
Segundo, las obras buenas, son el resultado de estar fuera de la ira de Dios, al abrazar por la fe a Cristo y sus obras, con lo que la ira de Dios contra nosotros fue aplacada. Es decir, todo lo que hacemos es para la gloria de Dios, como gratitud a sus bondades, lo cual se manifiesta en el trato servicial diario hacia nuestros semejantes.