Siempre debemos orar para pedirle a Dios que nunca lo dejemos de amar, y para que no nos revelemos contra su voluntad, más bien que nos apasionemos siempre en sus designios.
Dios nos ayuda a no apartarnos de su voluntad, porque al hacerlo nuestra vida sufre,
lo más conveniente, es no resbalar y no desviarnos tras las mentiras del enemigo de nuestras almas. Clamar a Dios para que nos de firmeza es indispensable, lo mismo, para que no entremos en tentaciones, porque el espíritu está dispuesto en la voluntad de Dios, más la carne se opone.
Pero realmente, tenemos que saber lo que Dios designa que hagamos como parte de sus mandamientos, para no caer en la falsa piedad, porque hay quienes se vuelven fariseos y exigentes de lo que ni siquiera Dios determina, estos cierran las puertas del reino de Dios para que ninguno entre, y hacen de la voluntad de Dios una carga frustrante y que nadie puede llevar, ser falsos o hipócritas es una de las peores cosas que nos pueden pasar.