
No hay un mejor día que el que se inicia en comunión con Dios, porque la oración es también un acto de reverencia.
“El éxito de un nuevo día depende de la intervención de Dios, por eso a Él debemos acudir primero al amanecer.”
La oración matutina es un acto de honra, al manifestarle a Dios nuestra total dependencia en las nuevas jornadas de la vida,
y como acto de gratitud, le atribuimos a Él la bendición de la vida, el nuevo día y todos los beneficios que recibiéremos.
Orar a Dios por las mañana es ofrendarle nuestros primeros minutos, nuestra primera fuerza, nuestros primeros pensamientos. Recordemos que el que es fiel a Dios en lo poco Él lo pone en lo mucho. Sembremos abundancia al amanecer, para que al anochecer la cosecha sea prospera, porque si hacemos esto, esperemos en Dios, porque seguro nos responderá con sus bendiciones durante las jornadas del día y en cada una de nuestras labores.
Este tiempo de clamar matutino, nos permite encomendarle a Dios todas nuestras actividades, nos permite buscar su fortaleza no solo para poder ejercer nuestras labores con mejores resultados, sino también, para soportar las tentaciones y aflicciones que nos toquen enfrentar durante el día. ¡Ánimo en este día maravilloso!