Al ser agradecidos con Dios, y al corresponderle con una vida de honra y de servicio somos preparados para mejores tiempos.
“El que reconoce que Dios es la fuente del bien en la vida, es porque lo conoce y sostiene una relación personal con Él, y la evidencia de esto, es una vida consagrada y sujeta en obediencia voluntaria.”
Traer a la memoria los años que hemos vivido nos permitirá reconocer que en todo este tiempo vivido, Dios nos ha sustentado con su provisión y nos ha cuidado con su poder.
Aun los tiempos desagradables seguramente fueron de bendiciones, porque a través de esas experiencias aprendimos a ser mejores personas, al amar más a Dios y al ser de bendición para todos, comenzando por los de la casa. Bíblicamente, este debe ser el sentir de todos los hijos de Dios.
Si en su momento no reconocimos el amor de Dios, y no le atribuimos a Él las bondades recibidas en la vida, hoy debemos hacerlo. Al mismo tiempo debemos aceptar y comprometernos a corresponderle a Dios en esta vida como debe hacerlo quien es criatura e hijo del Creador del universo.
Muchas de las cosas malas que vivimos en el pasado, o que posiblemente ahora mismo estamos viviendo, pueden ser por nuestra falta de temor reverente a Dios. Pero como sabemos, que los fieles de Dios también sufren, el hacer memoria del amor y consuelo de Dios con el que siempre se ha hecho presente, nos ayudará a superar con gozo estos trances difíciles.
Hoy es un buen momento para traer al presente todas las bendiciones de Dios, reconociendo que Él es el autor de todo el bien que hemos recibido en el pasado. Y démosles así la oportunidad a nuestra alma, para que se regocije en Dios, para que le adore, y de esta manera sea vivificada, para que en el año venidero viva con más dicha y felicidad.