Dios se mueve en medio de la alabanza de su pueblo, por eso antes de cualquier cosa que hagamos o decidamos, debemos asegurarnos que Dios esté siendo adorado con todo nuestro ser entero.
“Mientras el altar a Dios en nuestro corazón esté pagado o no exista, la soledad y la angustia tomaran parte en nuestra vida hasta controlarla totalmente, y harán de la vida tiempos de tristezas.”
Dios siempre nos ha querido poner en lugares espaciosos, porque su propósito es responder nuestras oraciones cuando estamos en angustias. Cada vez que hemos vivido momentos en los que se nos han acabado las posibilidades, ahí ha estado. Cuando nuestra realidad, ha sido como el estar en un cuarto muy pequeño y oscuro, cuando ya no se puede ni respirar, porque también se nos reduce la posibilidad, Dios ha tenido buenas intenciones, pero si no ha ocurrido nada, es por la incredulidad, y por la que también se ha guardado silencio ante Él.
Toda la negatividad contra Dios se ve en el diario vivir, cuando ni siquiera se toma el tiempo para decir; “muchas gracias”, mucho menos, para adorarle con cánticos alegres como Él lo merece y como pide que lo hagamos. Realmente, someternos a Dios implica despojar nuestro corazón de toda idolatría y vanidades mundanas, ya que es muy común que la vida humana gire alrededor de nuestros propios anhelos y de nuestra propia forma de vivir, siempre indiferentes a Dios.