
Dios se nos aproxima y se comunica con nosotros todos los días, Él está lo necesariamente cercano, por lo que no debemos dedicar nuestra vida a investigarlo, sino a reverenciarlo y adorarlo.
“Siendo, pues, descendientes de Dios, no debemos pensar que Dios sea como las imágenes de oro, plata o piedra que los hombres hacen según su propia imaginación. Dios pasó por alto en otros tiempos la ignorancia de la gente, pero ahora ordena a todos, en todas partes, que se vuelvan a él.” Hechos 17:29-30 RVR1960
Dios no puede ser reducido a un objeto, tampoco puede ser encerrado en una caja o paredes. Aunque Él se haga presente en algunos lugares especiales que ha determinado, lo hace en Espíritu, y sin lograr verlo, podemos sentirlo.
Dios manifiesta quien es constantemente, para no dejar lugar en nuestra mente y así imaginarnos como podemos reducirlo a un trozo de madera, metal o cemento. Dios se manifiesta para que confiemos en Él y le adoremos sin la necesidad de verlo. Por eso la creación nos resulta reveladora, ya que muestra lo que Dios ha hecho y está haciendo, pero además, el Espíritu Santo ha sido derramado en nuestras vidas, para que le diga nuestro espíritu que somos hijos de Dios, y por eso nos convence para que le digamos a Dios, papá de una manera tan cercana, lo cual ni siquiera puede compararse con la relación que tenemos con nuestros padres terrenales.
Dios revela sus atributos, es decir, lo que Él es, y además, nos da a conocer su propósito para nuestra vida. Esto lo hizo de manera más clara y especial en la persona y obra de Cristo, pues en él nos fue revelado su amor, bondad, misericordia y su gracia. No solamente, nos fue mostrada en Cristo la gloria de Dios, sino que, Cristo vive en nosotros, y causa el efecto necesario, para que tengamos vida eterna y podamos disfrutar de la presencia de Dios todos los días, sin que tangamos que exigir verlo, o personificarlo en alguna materia.