
El que es sabio solo con la sabiduría de este mundo se envanece, es decir, por su orgullo y altives pone su mirada sólo en las cosas pasajeras de esta vida, por lo que en su vida no dará cabida al evangelio.
“Con la sabiduría carnal y religiosa no se puede aceptar el testimonio que la creación da de la majestad de Dios, ni lo que la Biblia narra de Él, y por lo mismo, Cristo será despreciado tal y a como lo hicieron los aparentes “sabios” religiosos que pidieron su crucifixión.”
No podemos conocer a Dios con la sabiduría de este mundo, porque realmente, lo que pudiéramos tener como sabiduría, para Dios es ignorancia.
Por eso Dios nos pide ser ignorantes de la sabiduría mundana y diabólica, para que seamos verdaderamente sabios con la sabiduría celestial. La ignorancia a la que Dios se refiere, es al pensamiento y conocimiento que se opone al evangelio; no lo cree necesario o lo niega.
El evangelio y la voluntad de Dios se reciben y se entienden sólo con la sabiduría del cielo, la cual nos es dada por Dios, es así como a través de la aceptación del evangelio por parte de quienes el mundo tiene como insignificantes, Dios humilla a los que se dicen sabios y rechazan el evangelio, para ellos también está reservado un juicio severo.
Debemos escudriñar las Escrituras, y dela misma manera, debemos pedirle a Dios, que sea su Espíritu Santo el que nos ayude a comprenderla, y que la aplique a nuestra vida, para que nuestro entendimiento sea renovado y seamos sabios según Dios, para corresponderle en obediencia y también seamos felices al aceptar y confiar en sus promesas. Los necios que sabios con la sabiduría de este mundo no aceptan otra voluntad y confían sólo en ellos mismos.
Con la sabiduría de Dios podemos tener un conocimiento sólido de Él, y dicho conocimiento hará producir fe en nosotros, de esta manera podemos estar arraigados en Dios, y podemos producir frutos en nuestra vida. Porque cuando se recibe el evangelio, Dios se manifiesta en nuestra vida para transformarla conforme a su voluntad.