No hay mayor gozo que el que Dios nos da a través de la salvación

Aun en las circunstancias más aterradoras debemos alabar el nombre de Dios, porque en ese momento su gracia actúa para hacernos mejores personas, nos da el carácter de un hijo de Dios que depende de su Salvador,  y no de cosas o de momentos,  y que además, tiene la mirada puesta en lo que es eterno, y en lo que da la verdadera felicidad a la vida humana.

“Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación.” Habacuc 3:17-18

La verdadera alegría que perdura emana de lo más profundo de nuestro ser, y no es el resultado de las cosas o de lo que podamos lograr con nuestro esfuerzo.

No podemos negar que lo que tengamos como logros y bienes nos dan satisfacción y gozo, pero este tipo de satisfacción y gozo se van cuando estas cosas se pierden o se terminan. Sin embargo, lo que nos da la dicha interminable, es el regocijo que está por encima del gozo que producen las cosas materiales, es el gozo de la salvación, la cual nos es dada gratuitamente como regalo divino.

La salvación se disfruta ahora, pero también será consumada, es decir, la alegría que produce la salvación, aun será mayor cuando veamos cara a cara a nuestro Salvador, y cuando estemos  donde ya no habrá necesidades, ni dolores. Ningún bien se compara con la salvación que ya poseemos en Cristo, y tampoco podemos perder el gozo que nos da aun en los tiempos difíciles, sino por el contrario, a través del tiempo el gozo va siendo mayor.

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