Somos siervos de Cristo porque pago con su vida nuestro rescate

Por la desobediencia, el hombre se entregó al pecado, para vivir como esclavo sufriente hasta morir condenado. Por esto, aunque Cristo no pecó, murió condenado en la Cruz del calvario para pagar nuestro rescate, y así nos libró del poder del mal y nos hizo sus siervos para siempre.

El pecado corrompió totalmente al ser humano, lo sometió a la esclavitud y servicio del mal, que lo volvió impotente para servir al bien, y lo encarceló bajo la más profunda y oscura prisión para que no pudiera ver a Dios. Sin embargo, de esta miserable condición Dios nos sacó, porque Cristo murió por nosotros, y por su sacrificio, el pecado perdió poder sobre nuestra vida.

Cristo rompió las ataduras del pecado, nos sacó de la profundidad del mal y nos aseguró un lugar en la gloria de Dios. Por esto ahora le pertenecemos a Cristo y debemos ser siervos sólo del bien. Con Cristo debemos dominar todos los deseos pecaminosos; nuestra mente y corazón deben estar sujetos a Cristo y deben corresponder solo a su santa voluntad.

Cristo nos hizo libres para siempre, por eso debemos poner nuestra fe en él y ser fortalecidos para morir cada día a las obras del pecado, y ser vivificados por el Espíritu Santo para hacer el bien.  No hay ninguna condenación para los que viven para Cristo Jesús, para los que son siervos del bien y aborrecen las obras del pecado, más para los que aún las practican y se gozan en ellas sufrirán la condenación eterna, a menos que se arrepientan poniendo su fe en Cristo para alcanzar el perdón.

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