
Cuando recibimos el evangelio y lo volvemos parte de nuestra vida, no solo nacemos de nuevo, sino que también crecemos, nos fortalecemos y damos frutos para la gloria de Dios, todo esto por el poder del Espíritu Santo quien hace efectivo el evangelio en nuestra viada. Esta vida activa en la fe nos hará estar despiertos y fuertes para enfrentar al mal.
El propósito del maligno, es destruirnos, pero todo su plan inicia con la búsqueda de nuestro desánimo,
para que de esa manera dejemos de hacer las buenas obras de la fe, abandonemos la fe, y así buscará ponernos en contra de Dios, porque la duda no nos dejará confiar en Dios, ni nos dejará actuar en obediencia reverente.
Dios nos fortalece para que nos mostremos ante el maligno de manera defensiva y ofensivamente, es decir, para poder estar firmes y no dejarnos dominar por las mentiras de satanás, y para que con la verdad de Dios lo enfrentemos, porque las promesas de Dios para nosotros son la esperanza ante toda adversidad, ya que Él siempre nos asegura, que todo estará bien en medio de nuestras luchas.
Dios nos protege para que no caigamos en las trampas del maligno, para que los ataques de satanás no nos dañen profundamente. Dios no permitirá que seamos destruidos, aunque algunas veces permita que seamos derribados. Dios nos protegerá al darnos un espíritu ferviente, nos vivificará, para que siempre estemos activos en la fe.
Dios es fiel, nunca nos dejará expuesto y a merced del mal, en las luchas nos acompañará e irá siempre delante de nosotros. Aunque algunas veces Dios le permita a satanás que nos ataque, será para que tengamos la oportunidad de fortalecer nuestra vida, acrecentar nuestra fe, para que Cristo sea glorificado y para que todos los creyentes podamos experimentar la victoria de Cristo sobre el mal.