
Dios no se olvida, no nos abandona, ni se cansa de guiarnos. Sin embargo, nosotros si somos propensos a dejar de oír su voz para no obedecerle. Así que, mejor debemos asegurarnos de no ser nosotros los que abandonemos a Dios y a su Palabra.
Dios de ninguna manera, y bajo ninguna circunstancia abandonará a su pueblo ni a sus hijos,
porque a Él no se le agota su amor, y porque sus bondades son interminables. Dios siempre permanece fiel, no puede negarse así mismo, no es hombre ni hijo de hombre para que mienta o se arrepienta de lo que ha prometido. Nada puede impedir que Dios cumpla sus propósitos, todo lo que se ha propuesto lo cumple, y la obra que comienza la concluye perfectamente.
Aunque satanás engaña a muchos haciéndoles creer que en los momentos de dolor, escases y en otras de las tantas adversidades, Dios se ha olvidado de ellos o los ha abandonado a la deriva, o simplemente Dios sigue ahí, pero permanece cayado porque no es capaz de sacarlos de tales circunstancias complejas. Lo cierto que Dios está siempre presente y activo en la vida de su pueblo, porque el anhelo divino es el bienestar, la prosperidad y felicidad para todos.
Aun en las más rudas aflicciones Dios mantendrá su presencia, y mantiene el control de la circunstancia, incluso, tal ocasión sirve para reafirmar su presencia, porque seguramente, en su tiempo y de la mejor manera actuará para bendición de su pueblo y de sus hijos. No perdamos el ánimo, confiemos que los planes de Dios son perfectos y que todo lo que permite aunque nos sea contrario es parte de su plan, y que de todo eso algo bueno vendrá.