
El perdón de nuestros pecados que recibimos de Dios, junto con la vida eterna, se hacen visibles en nuestra comunión diaria con Él mediante el ejercicio de nuestra fe, lo cual es un servicio agradecido, y una vida de responsable transformación y cambio. Todo que hacemos como creyentes en Cristo, es porque somos salvos, no para lograr la salvación, porque los muertos, simplemente están muertos y no pueden hacer nada.
«Las consecuencias por el pecado han provocado la muerte física; el cuerpo vuelve al polvo, pero también, el pecado ha hecho que el ser humano quede expuesto a la miseria total, porque esta no se resuelve teniendo cosas, ya que la ausencia de Dios de la vida del ser humano es la necesidad más grande que se puede llegar a tener. La condición espiritual del ser humano por causa del pecado lo hace estar lejos de Dios y en contra de Dios, la solución para este mal es sólo Cristo»
El pecado también ha provocado la muerte eterna, lo cual significa, una separación total entre Dios y el ser humano incrédulo. Hoy Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, es decir, tanto los que creen, como los que no creen gozan de bendiciones generales, pero cuando Dios se reúna con su pueblo para siempre, dejará en el olvido eternamente a quienes hoy lo desprecian. En el castigo eterno los que hoy no reciben el evangelio serán olvidados por Dios, no gozarán de ninguna bondad para poder cambiar su situación.Hoy podemos tener vida eterna, podemos pasar de muerte a vida en Cristo Jesús. Esta vida es gratuita y eterna, porque Cristo la ganó con su muerte, y nos la entrega cuando por la fe creemos en El. La vida que Dios nos ofrece en Cristo es una buena noticia, porque nadie más puede otorgarnos tan grande don por nada, porque realmente nada pagamos o damos a cambio por el ofrecimiento de Dios, ya que un muerto no puede hacer nada por sí mismo, ni por alguien más. Aceptemos hoy el evangelio para pasar de muerte a vida, y de condenación eterna a la gloria eterna con Dios.