Dios nos ama con el amor más grande que existe, El mismo es amor, por lo cual es capaz de perdonar multitudes de pecados. No existió en nosotros virtud alguna por la que mereciéramos el amor de Dios, sin embargo el nos amó sin medidas. Así como Dios nos amó cuando no merecíamos ningún bien, debemos amar a nuestro prójimo.
“Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él. El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados.” 1 Juan 4:9-10 DHH
Por amor Dios hizo la que nadie más podría hacer por nosotros y lo que por ningún motivo merecíamos; Dios entregó a la muerte lo más valioso que tenía para salvarnos. Dios es el autor del amor que hace pensar en el bien de los demás antes que en el propio.
El ser humano pudo conocer el amor porque Dios es amor, y este amor nos ha sido manifestado siempre, desde que Dios nos creó y hasta ahora. Sin embargo, la prueba de lo grande del amor de Dios fue demostrado al ofrecer a su único Hijo en sacrificio para librarnos del castigo por nuestros pecados.
Todos merecíamos el castigo eterno de Dios por haber pecado contra Él, pero Cristo tomó nuestro lugar, esto es total entrega de Dios, porque no se reservó para sí nada, sino que nos dio a su único hijo, para que fuera sometido al dolor para aliviarnos de nuestra condición mortal.
Nosotros merecíamos lo contrario de lo que Dios hizo; nos salvó en lugar de condenarnos, nos recibió en lugar de rechazarnos, y nos dio el derecho de hijos en lugar de dejarnos abandonados en nuestra miseria sin esperanza. Todo esto fue posible porque su amor es más grande que nuestros pecados, ya que Cristo cargó con una carga que nos correspondía y pagó la deuda que era nuestra.
Nadie más existe como Jesús para Dios, no hay otro como él, sin embargo, Dios lo entregó por nuestro rescate. Es por esto que el mundo debe saber que Dios es el origen del amor verdadero, por lo tanto con este amor debemos amarlo, porque Él se lo merece, pero también con este amor debemos amar al prójimo, aunque no lo merezca, porque así nos amó Dios cuando no lo merecíamos.