
Debemos adorar a Dios por gratitud, porque si no fuera por su protección nuestra vida continuaría a disposición del mal, y estaríamos esperando el castigo eterno. Dios nos hace fuertes en su reino y así será hasta que Cristo venga, por eso adorarlo y clamar por su ayuda deben ser acciones nuestras de todos los días.
“Tomemos en cuenta que satanás tiene como objetivo destruir nuestra comunión con Dios, dejarnos fuera de su amor y de sus bendiciones. A satanás no le importa cuando tenemos sólo una religión, sino cuando tenemos una relación con Dios. Todos los ataques de satanás son hechos con astucia y precisamente con astucia usa la mentira para desviarnos del verdadero camino y para que hagamos un cambio de fe, es decir, para que ya no mantengamos nuestra fe en Cristo.»
Para esto el maligno provoca acciones malas y a su vez dolorosas, crea la duda, sin embargo no es posible que nos quite la salvación y la vida eterna que Dios nos ha dado, y esto es, porque Dios nos guarda de su poder destructor. Dios interviene siempre para rescatarnos del mal, y cuando caemos en alguna trampa del maligno será por nuestro descuido, y por no tomar en consideraciones las instrucciones divinas.
En algunos casos Dios de manera deliberada permitirá que seamos alcanzados por el mal, que pasemos por terribles momentos al sufrir tribulaciones, pero lo hará, porque quiere darnos alguna bendición a través de eso. Dios es el único capaz de hacer los mejores tiempos de los peores momentos, porque aunque el mal nos alcance por el permiso e Dios nunca será para destrucción, sino para edificación.
Dios nunca pierde el control, más bien, cada situación la orienta de acuerdo a sus planes eternos, porque nunca seremos separados de su amor, aun cuando esas son las intenciones del maligno. Así que, a pesar de nuestros padecimientos nunca estamos a merced del mal, porque de lo contrario seríamos destruidos. Por lo tanto, debemos reconocer con alabanzas, que es Dios el que nos guarda bajo seguridad impenetrable hasta el día de Cristo, cuando toda la fuerza del mal será sentenciada al castigo eterno, y nunca más harán sufrir a los hijos de Dios.