Adoremos a Dios todo el tiempo, en todo y con todo porque nunca nos han faltado su misericordia y su fidelidad.
«Alabad a Jehová, naciones todas; Pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, Y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya.» Salmos 117:1-2 RVR1960
Dios nos ha dado una salvación tan grande, por eso nuestra alabanza debe ser total y con todo nuestro ser.
Debemos adorarlo todos; los grandes y pequeños en todo el mundo, porque todos gozamos de su gracia al permitir que este mundo siga su cauce, dirigido bondadosamente por su Creador a pesar de la maldad humana.
Dios nos ha amado con todo su amor, y nosotros debemos adorarlo también con todo nuestro amor, con toda la fuerza de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Dios no nos ha dejado en la miseria, ni física y ni espiritualmente, porque con su misericordia nos ha rescatado; bajó hasta nuestro sitio de dolor y muerte, nos levantó dándonos la vida y el gozo eterno, y estando sin esperanza nos dio grandísimas y seguras promesas eternas.
Además, Dios hace que por su misericordia la creación funcione para que aún podamos vivir en este planeta, el cual también será liberado plenamente de la maldición del pecado, para que vuelva a ser perfecto para habitarlo tal como fue creado en el principio.
La alabanza a Dios debe ser siempre, todos los días y en todo, porque Él no cambia, ni cambiará. Siempre hemos vivido la fidelidad de Dios, porque siempre nos ha hecho bien, y sus buenos propósitos los está completando en nuestras vidas, los cuales son propósitos de vida y no de muerte.
Todo lo que Dios nos ha prometido lo ha cumplido, lo está cumpliendo y lo cumplirá completamente hasta el final. Cada vez que vamos a Dios en busca de su ayuda nos atiende con misericordia y con fidelidad, por lo tanto, alabemos siempre a nuestro buen Dios