Si mantenemos con solides nuestra relación con Dios y estamos siempre creciendo en la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos irá bien, pese a las asechanzas y ataque de satanás, pero si no estamos alertas y en una vida de sumisión y oración a Dios, las caídas por los ataques del maligno serán dolorosas.
Satanás no puede hacer nada sin el permiso de Dios, no actúa libremente porque está sujeto al poder de Dios;
su poder es limitado por la voluntad de Dios, y le obedece aunque no de manera voluntaria, le obedece en el sentido, que no puede evitar que Dios lo sujete a lugares o le dé órdenes de actuar cuando así lo considere. Satanás es muy peligroso, porque aunque no está libre totalmente, en esa libertad que tiene, se levanta contra Dios y guerrea contra su pueblo. Sin embargo, al saber que Dios nunca pierde el control nos da seguridad, gozo y esperanza.
Pero todo esto, también nos exige diligencia y responsabilidad en nuestra consagración y comunión con Dios. Debemos fortalecernos en Dios y revestirnos de su poder, para que podamos soportar los asechos, acosos, tormentos y hasta las heridas que nos provoque, cuando Dios se lo permita, pero nunca logrará vencernos. Debemos aprender a controlarnos cuando estamos bajo fuertes circunstancias adversas por la prueba o por la tentación, porque si no tenemos dominio propio racionaremos mal y le daremos lugar al diablo para que nos dañe con su ferocidad.
Es nuestra responsabilidad clamar a Dios parque manifieste su presencia en nuestras vidas, para que nos ayude a vivir en la verdad, y que nos de la capacidad para estar siempre alertas, ya que satanás actúa usando la mentira de manera astuta, es el tentador y sabe cómo hacer caer a los hijos de Dios si estos se descuidan.