En humildad y arrepentimiento busquemos la gracia de Dios, para ser perdonados y renovados.
Por muy buenas obras que hagamos no podemos justificar a un corazón que necesita del arrepentimiento y del perdón.
Porque todo lo que hagamos para lavar nuestra conciencia y poder sentirnos mejor, será tenido como trapos de inmundicia, es decir, Dios desprecia cualquier cosa que se haga con la intención de querer lavar por nosotros mismos nuestra vida del pecado.
Lo que debemos hacer, es humillarnos delante de Dios en arrepentimiento y en dolor por nuestro pecado, porque Dios es misericordioso para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Jamás podríamos manipular a Dios haciendo cosas buenas para tapar lo malo del corazón. Es por esto que tenemos la necesidad de postrarnos ante Él, reconociendo su santidad y nuestro pecado, y así ni nosotros, ni nuestras obras serán rechazadas.
Por otra parte, el orgullo, la arrogancia es total oposición a Dios, y un corazón arrogante siempre será despreciado por Dios, pero aunque haya dureza de corazón, si existe el dolor por el pecado y, hay arrepentimiento, Dios puede cambiará el corazón de piedra por uno de carne.
Realmente nuestra vida necesita de la gracia de Dios siempre, pero esto sólo puede ser posible cuando actuamos en humildad delante de Él, reconociendo que nos somos dignos de nada bueno, y que lo que merecemos es el juicio divino. sin embargo, confiando en el sacrificio de Cristo alcanzaremos la misericordia de Dios, cosa que nuestra vida debe estar experimentando siempre, porque siempre le fallamos a Dios, y el que no acepta esto, es porque seguramente le falta humildad y quebrantamiento de corazón.