
Cuando confiamos nuestra vida a nosotros mismos y vivimos para nuestros propios intereses lo perdemos todo, en lugar de ganar lo mejor. Nuestra vida está totalmente mejor cuando la confiamos a Dios en Cristo, porque mediante el somos recibidos y recibimos el don de la vida eterna. Los mejores frutos que podemos dar, y la mejor inversión en la vida se logra cuando decidimos vivir para la gloria de Dios, siendo instrumentos de bien.
«Cristo murió para que en él tengamos vida, depender de nosotros mismos es ruina total, es como el que planta su casa sobre la arena, el gozo, el deleite y la alegría duran hasta que llegan las adversidades difíciles, pero cuando llega la aflicción toda la gloria se acaba así es la vida huma que depende de sí misma y no de Dios, su gloria es pasajera.»
Jesús nos enseña a vivir en este mundo; nos advierte de las adversidades que sufrimos por creer en él y por confesar su nombre, aunque de igual modo nos hace presente las promesas por aceptarlo como nuestro salvador. De hecho, él perdió su vida, para ganar la nuestra. Ahora con gozo nosotros debemos actuar por amor a él, pero realmente, ese amor hacia él se refleja en nuestro propio bien, ya que si por su causa sufrimos nos consuela, si padecemos por su reino nos dará la gloria eterna.El cristiano en este mundo padece por ser fiel a Cristo y por servir como instrumento de su reino, el que no es mentiroso sufre por decir la vedad, el que es justo sufre en un mundo de injusticia, el que es bueno sufre por la maldad que existe en la tierra. Por tal razón, el que aquí bajo sus propios recursos, fuerzas y posibilidades busque salvar su vida, y que con la forma de vida deshonre a Dios, no hay ninguna recompensa celestial, pero el que a pesar del martirio viva la vida que agrade a Dios, el tal tendrá recompensas eternas y con ello la vida con Dios por siempre.