Dios renueva nuestra mente

Nuestra mente debe estar fijada en la palabra de Dios, para que todas nuestras decisiones y acciones estén reguladas conforme a la voluntad divina, de tal manera que seamos gratos en todo ante él. La voluntad de Dios siempre nos lleva por lo que le es grato y en aquello que nos edifica, por esto, de manera diligente hay que prestar oído a la palabra divina.

“Sólo a través de la palabra de Dios nuestra mente puede ser renovada, sólo con la ayuda de Dios, y mediante su Espíritu Santo quien  nos instruye en la verdad, nos ayuda para aceptarla y vivirla, de esta manera podemos tener un cambio de vida.”

La sabiduría con la que debemos vivir los hijos de Dios es la que Dios imparte, la cual podemos lograr con su palabra y por medio del Espíritu Santo, quien la afirma y la hace eficaz en nuestros corazones por la gracia divina, lo cual le da sentido a nuestras vidas y es la única manera en la que podemos corresponderle a Dios, sólo así nuestras vidas pueden ser moldeables  por la poderosa palabra divina y por el fuego del Espíritu Santo.

Que sea una plegaria permanente la presencia de Dios en nuestras vidas, para que podamos corresponderle como él lo desea, porque nadie más nos libera de nuestra miserable condición, sino sólo Dios, por puro amor y gracia. Dios se humanó y se ofreció voluntariamente para tomar nuestro lugar, quedando vulnerable en su humanidad para sentir el peso de lo que pudo ser nuestro propio dolor por el castigo de nuestros pecados.

Hoy a nadie tenemos, sino sólo a Dios quien afirma nuestros pasos, por él jamás volveremos a estar hundidos en el pecado, porque ya fuimos liberados del poder del mal, de su maldición y de la condenación. Por la pura gracia divina fuimos sacados de dónde el pecado nos tenía hundidos, ahora estamos en un sitio firme para nunca más caer, porque Dios es la roca de nuestra salvación.

Oremos y hagamos lo que nos compete para que nuestra mente y toda nuestra vida sean transformadas a la imagen de Dios, que podamos tener la mente de Cristo, y que toda decisión y acción sean un acto de gratitud y de adoración para nuestro buen Dios.

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