El que vive para glorificar a Dios siempre será bendecido

Todas las bendiciones cotidianas, lo que necesitamos para vivir y para dar atención a nuestro cuerpo, pero también a nuestra alma, nos llegan de la mano de Dios y como hijos de su reino.

Debemos estar atentos en los asuntos de Dios y él se encargará de atender los nuestros, porque si solo pensamos en la acumulación de bienes materiales y perdemos nuestra alma de nada nos habrá servido todo, porque no debemos vivir para las cosas de este mundo, o para algo en particular que robe la atención que debemos darle a Dios, pero no es que Dios necesita de nosotros, sino que, el estar prestos para su servicio, el adorarlo como nuestro creador y redentor nos hace contar con su ayuda y con su provisión de todo lo que necesitamos.

Tampoco significa que debemos buscar a Dios únicamente por las cosas que nos da, ni tan solo  por el deber que tenemos de adorarlo, sino que al conocer su gracia, su amor, y al vivir su presencia, nos mueve el deleite y el gozo de sentirnos sus hijos. Adoramos libre y voluntariamente a Dios, este acto no se convierte en una carga frustrante, sino en un deleite que nos liberta y nos permite conocer el verdadero propósito de nuestra vida. Lo justo de la vida es vivir para Dios.

Ocuparnos en el reino de Dios, y al servirle como la prioridad de nuestras vidas, cuando lo amamos con todo nuestro ser, no habrá cosa que no nos cause alegría en nuestro diario vivir, porque aún las pruebas causarán efectos positivos y gloriosos en nosotros, aun los procesos difíciles de nuestras vidas tendrán maravillosos resultados en lo cotidiano, porque a los hijos del reino Dios les proveerá todo lo que necesiten para estar bien aquí y en la vida venidera.

Compartir