Dios siempre se glorificará de los que hacen el bien a pesar de lo que se les oponga, de aquellos que viven para su gloria y para bendecir al prójimo. Nunca estarán con las manos vacías ni en esta vida, ni en la venidera, los que perseveran haciendo el bien, los que en lugar de cansarse de hacer buenas obras, cada día se esfuerzan más.
Aunque ahora tenemos una nueva naturaleza, la cual nos permite actuar para la gloria de Dios haciendo el bien, debemos aceptar que necesitamos la ayuda de Dios todos los días para que la antigua naturaleza que dejó sus huellas en nosotros, no nos perjudique para dejar de hacer lo bueno. Debemos esforzarnos para que toda nuestra vida sirva a Dios haciendo el bien en todos los ámbitos de nuestras vidas. Dios nos salvó para que disfrutemos de la vida eterna, pero también para que hagamos buenas obras.
Aunque ya tenemos la salvación como la bendición más grande que podemos recibir por parte de Dios, tenemos muchas promesas para disfrutarlas aquí, porque cuando somos buenos honramos a Dios, y cuando honramos a Dios siempre seremos honrados por él, y así sus bendiciones nunca nos faltarán.
La forma en la que vivimos manifiesta nuestra relación con Dios y nuestra perseverancia en la fe, porque la fe siempre se ejercita, la fe no es pasiva, es decir, la fe salvadora produce obras buenas, la fe que no tiene obras es muerta, y por lo tanto, no hay evidencias de creer en Cristo para vida eterna. Es así como hacer el bien es característico de los que creen en Dios y los que recibirán la gloria de Cristo en la vida venidera.