Nuestro Padre está en los cielos, pero podemos llegar él, y siempre se hace presente a nuestras vidas, porque aunque su nombre es Santo por Cristo tenemos acceso a su presencia.
“Aunque está en los cielos atiende todas nuestras necesidades, y nosotros lo adoramos santificando su nombre, no solamente decimos que es Santo, sino que adecuamos nuestras vida a su nombre, para que con nuestros hechos nos parezcamos a nuestro Padre.”
Dirigirse a Dios mediante una oración es un privilegio, después de la Biblia es el recurso más valioso que tenemos para recibir la gracia de Dios, porque mediante la oración podemos ir a Dios como cuando el niño se acerca a su padre para pedirle lo que necesita, pero también para reconocerle y darle cariño, para manifestarle respeto y honra. Lo mismo es para nosotros la oración, mediante ella agradecemos y reconocemos el nombre de Dios, le honramos, le adoramos y confesamos nuestra fe y devoción por él.
Podemos decirle a Dios Padre nuestro, porque cuando éramos enemigos, nos adoptó como hijos en Cristo Jesús, cuando estábamos en la miseria lejos de él por el pecado, se acercó a nosotros para mostrarnos su misericordia. Como somos hijos de Dios y nos ha mostrado su amor, podemos acercarnos con confianza a través de Cristo para pedirle todo lo que necesitamos, para poner delante de él todos nuestros anhelos que están conforme a su voluntad.
El acercarnos al Padre que está en los cielos a través de Cristo, es porque solo por Cristo podemos llegar él, todas las bendiciones de nuestro Padre son únicamente por los méritos de Cristo en la cruz, y porque es nuestro intercesor.
El orar a nuestro Dios que está en los cielos, nos da la esperanza, porque está por enésima de todo y, a pesar de estar en los cielos nos escucha, pero también, porque es neutro Padre que no está atrapado en el dolor y en la miseria de este mundo, no tiene necesidades como nosotros, porque no está al alcance del pecado como nosotros. Es por esto, que el nombre de Dios es Santo, no tiene debilidad como para que pueda pecar, no puede ser esclavizado por el mal, él domina el mal, lo controla, aun satanás está bajo su autoridad.
Porque el nombre de Dios es Santo, debemos tener humildad en el corazón, debemos someternos a él reverentemente, su nombre debe ser exaltado y adorado. La gratitud a Dios por todo lo que hace y nos da como nuestro Padre celestial debe ser una actitud voluntaria y permanente, que brote de nuestro corazón y que no sea por mero conocimiento intelectual, sino mediante una relación íntima y mediante una vida devocional diaria.