Dios nos limpia en Cristo de cualesquiera que sean nuestras maldades y pecados

La sangre de Cristo es capaz de lavarnos de todas nuestras maldades y pecados, nos deja blanco como la nieve y la lana, pero debemos arrepentirnos y clamar a él en oración y ruego.

Nuestra vida siempre sentirá la necesidad de ser atendida por Dios en su gracia y misericordia, porque siempre tendremos la necesidad de ser perdonados, pero también la de sentirnos limpio de nuestras maldades y pecados. La maldad y el pecado se sienten, porque las normas de Dios son reales y nuestra misma vida lo sabe, nuestras acciones negativas chocan con las normas de Dios, y es así como en esta condición la vida humana no es feliz, no siente el gozo, sino más bien incomodidad y la miseria del pecado.

Es por eso, que el perdón es una necesidad que nuestra vida sentirá, y aquí debemos buscar la presencia de Dios en oración y arrepentimiento para que intervenga y nos haga sentir limpios por su amor. En la sangre de Cristo encontramos la gracia de Dios para que nuestra vida se lavada desde lo más íntimo, porque para salvarnos de todos nuestros pecados Cristo se entregó voluntariamente a la cruz.

Arrepentirnos hoy de nuestras maldades es urgente y necesarios, urgente porque debemos estar preparados, ya que Cristo vendrá por una iglesia sin manchas y sin arrugas, y en cualquier momento puede suceder este hecho glorioso. El arrepentimiento es necesario, porque jamás nuestra vida sentirá el gozo y la alegría de vivir, jamás estaremos verdaderamente bien hasta que nos sintamos cómodos ante la presencia de Dios y con nosotros  mismos, y esto será cuando dejemos de sentirnos sucios por el pecado.

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