Cristo vino a salvar no a condenar

Ninguna condenación hay para los que creemos en Cristo, porque por él Dios nos perdona y nunca más volverá a tomar ese pecado como una causa para condenarnos. Cristo vino a buscar y a salvar a todos los pecadores, a los que estando condenados a la perdición no teníamos ninguna esperanza.

“Ahora por él en lugar de condenación tenemos la aceptación de Dios como hijos, y nos otorga como regalo la vida eterna y la gloria futura.”

Mucho religiosos en la época de Jesús lo criticaron porque se sentaba a comer con los pecadores y porque siempre se detenía para brindarle misericordia y compasión a los enfermos y oprimidos por diferentes causas. Esta actitud en los religiosos judíos era la manifestación del mal concepto que tenía sobre el ministerio del Mesías, ellos creían que Jesús si realmente era el Mesías debería despreciar y condenar a los romanos y a todos los pueblos que habían oprimido a Israel.

Sin embargo el mensaje de Dios para todo el mundo es claro, Cristo vino para salvar a todos, no importando que nacionalidad tengamos, pero lo que es más claro, Cristo no vino a condenar a nadie, sino a salvarnos liberarnos del pecado y de la condenación. Todos podemos acercarnos a Dios y encontraremos sus brazos abiertos para brindarnos amor a través del perdón y de la restauración que nuestra vida necesite a causa del daño que hemos padecido por el mal.

Dios en Cristo no excluye a nadie que arrepentido por su pecado se acerca buscando amor, al contrario, por Cristo somos adoptados como hijos de Dios, y con ello Dios nos asegura todas las bendiciones que necesitamos para estar bien. No tenemos que perder la esperanza de ser perdonados creyendo que nuestros pecados son muchos y que por ello no alcanzamos el perdón.

Creamos que el sacrificio de Cristo fue suficiente y eficaz para que seamos limpios de todas nuestras maldades y que su amor es más grande que todos los pecados juntos de la humanidad. Aceptemos la vida que Dios nos ofrece en Cristo, y que seamos llenos de gozo al saber que hoy somos libres de la condenación, y que nos encaminamos a la gloria de Dios.

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