A pesar de todo lo difícil que vivimos sí es posible la felicidad y la alegría en nuestra vida

Nuestra felicidad y la alegría dependen de las manifestaciones cotidianas de Dios en nuestras vidas, y de nuestra fiel correspondencia a su nombre. Debemos responder a Dios con amor y confianza, porque su protección y sus buenos propósitos siempre nos alegrarán aunque los tiempos sean muy complicados.

“Cuando amamos a Dios y confiamos que nos protege vivimos activos en la fe, somos muy productivos, nuestra vida se desarrolla plenamente y es cuando nos gozamos al ver como Dios nos prospera a pesar de las infinidades de oposiciones cotidianas.”

La confianza en Dios no implica la ausencia o la erradicación total de las angustias, más bien, es tener certeza que Dios es capaz de hacer de lo peor lo mejor. Por eso es que, nuestra alegría no depende de las circunstancias, sino de la presencia de Dios en nuestras vidas quien nos ayuda a superarlo todo, a sacar provecho de los malos momentos y, a que nuestro corazón esté contento en todo momento.

Aunque existen muchos males en este mundo, y por lo mismo para muchos solo hay tristezas y derrotas por las circunstancias adversas, cuando se confía en Dios puede haber esperanza y certeza de que todo tiene solución, y en todo hay oportunidades que no llevaran a ser una mejor persona y a lograr cosas positivas, pero esto solo puede ser así, cuando vivimos y sentimos la protección de Dios. La protección de Dios es su presencia activa, el cual  no dejará que nada, ni nadie impida las cosas buenas que tiene para nosotros, y para las que nos prepara siempre.

No podrá sucedernos más de lo que Dios quiera o permita, aunque en cada experiencia de la vida su amor será lo primero que disfrutemos, porque el padre que ama a sus hijos pequeños, por ese amor los lleva para que los vacunen, con la plena certidumbre que es necesario para su sano crecimiento y desarrollo. Así es Dios, siempre nos estará encaminando a sus propósitos a través de planes bien trazados, y por eso debemos estar gozosos y confiados, ya que Dios no actúa al azar y nunca fallan sus planes.

Todo lo hace Dios con amor y por amor en la vida de quienes vivimos para amarlo. El amor a Dios se manifiesta en vivir para su gloria, haciendo el bien en todo momento, aunque los tiempos sean muy complicados, en donde, aparentemente para sobrevivir hay que hacer lo que sea, sin importar el bien del semejante y que el nombre de Dios sea deshonrado. Nunca nos irá mal cuando vivimos amando a Dios y cuando actuamos dispuestos glorificar su santo nombre, ya que en esto radica nuestra felicidad.

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