Nuestra vida está segura en Dios, porque todo lo que él hace y dispone es bueno, desde la eternidad decreto nuestra vida, la planeó y todo lo ejecuta a la perfección para que estemos bien, muy a pesar de todo lo difícil que podamos vivir.
“Dios es el único que puede hacer que vivamos bien a pesar de todos las dificultades de esta vida, nos ha prometido morar por siempre con él en donde el mal de esta tierra y el pecado ya no nos podrán dañar, por eso debemos sujetar nuestras vidas a su autoridad, vivir para para su gloria y depender sólo de sus obras y de nadie más.”
Nadie como Dios se merece nuestra adoración, porque sólo él es el Dios verdadero y sus obra lo demuestran; nadie como él para darnos el sustento, protección y el perdón que nuestra vida necesita. Todos los demás dioses inventados han sido y serán el instrumento de satanás para intentar robarse la gloria que a Dios le corresponde, para desorientar a la humanidad y hundirla cada día más en la miseria y en la vanidad, porque finalmente, a quien satanás logre engañar no le irá nada bien.
Toda nuestra confianza está en el Dios Creador del universo, el que nos ha manifestado su amor y su propósito a través de Cristo, el que se ha revelado a través de la Biblia, el que nos acompaña en medio de la adversidad, nos fortalece y nos consuela cual Padre amoroso y bondadoso. A este Dios, quien es soberano del universo, es a quien tenemos y tememos, porque fuera del él no hay nadie más, ni en el cielo, ni en la tierra, quien nos haga estar confiados y en quien verdaderamente nuestra vida esté segura.
Por lo mismo, Dios no puede ser comparado con el hombre, por lo cual, nuestra confianza tampoco está en el hombre, por eso la misma Biblia dice, que “maldito es el que confía en el hombre,” esto porque realmente el ser humano no puede ser el salvador de él mismo, nadie fuera de Dios es el que nos puede sustentar todos los días. Así que, tampoco podemos confiar en nosotros mismos, como si todas nuestras posibilidades y recursos fueran suficientes para salvarnos y sustentarnos.
Si nadie puede igualar las obras de Dios, solo en él debemos confiar, y a él solo debemos adorar. Disfrutemos la presencia de Dios, estemos en paz y lleno de gozo en su manifestación, porque tiene como propósito salvarnos, ayudarnos en esta vida con todo lo necesario para vivir, entre tanto el mismo nos santifica y prepara para el encuentro glorioso que un día tendremos con él, en donde le veremos cara a cara para morar eternamente en alegría y vida eterna.