¡Cristo tiene cuidado de nosotros!

¿No tienes cuidado? Varias veces tuvo que escuchar esta pregunta el Señor Jesús, hecha de parte de personas muy cercanas a él porque que aún no tenían una fe desarrollada, y en quienes el conocimiento sobre Jesús era opaco.

Sus discípulos, hallándose en un barco en medio de una gran tempestad, aterrorizados clamaron a gritos al señor, quien dormía sobre un cabezal: “maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?”. ¿No tienes cuidado? ¡Que pregunta más irrazonable! ¡Cómo debe haberle herido al Señor tal insinuación!, a él cuyo corazón estaba siempre tan solícito del bien de ellos.

“ Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.” Marcos 4:38-39

En aquel momento de peligro se olvidaron completamente de toda solicitud con humildad y confianza;

y, dominados por el miedo, le gritaron: “¿no tienes cuidado que perecemos?”. ¿No tenía cuidado él? Ah, a pesar de la impropiedad de la pregunta, se levantó el Señor y con una palabra hizo calma la furiosa tempestad. ¿Cómo podían perecer con él a bordo? ¡Imposibles! ¿No hemos hecho tal pregunta alguna vez en una hora de extrema urgencia o de aflicción y dolor?; “Señor, ¿no tienes cuidado”?

¿Os parece, hermanos, que nuestro bendito Señor, quien nos compró con su propia sangre tendrá menos cuidado de los suyos que nosotros de los nuestros? De veras, ¡cómo le rebajamos! No es extraño que muchas veces él tenga que reprendernos como reprendió a sus discípulos cuando les dijo: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”

Aun marta, que acostumbraba recibir al Señor Jesús en su casa le hizo la misma pregunta que le hicieron los discípulos: “Señor, ¿no tienes cuidado?”. ¡Cómo se equivocó Marta también! Queriendo servir al Señor de manera digna, “se distraía en muchos servicios”, y hasta criticaba a María, que, “sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”.

Daríamos que Marta merecía la represión del Señor; pero, creo que somos nosotros también muy propensos a equivocarnos de igual modo. Tan ocupados estamos con las cosas que nos parecen necesarias, que nos olvidamos y descuidamos la buena parte que escogió María, la “una cosa necesaria”.

“Echando toda vuestra ansiedad o preocupaciones en él, porque él tiene cuidado de vosotros”, escribió el Apóstol Pedro. Notemos bien, hermanos, que el texto dice toda –no solo las cosas de más importancia, sino también las más insignificantes.

¿Por qué esta exhortación? Por una sola razón: ¡”porque él tiene cuidado”!  El Señor no es como el asalariado que “no tiene cuidado de las ovejas”. Él es el buen pastor que conoce a las suyas por las cuales dio su vida. ¡Cómo no va a cuidarlas!

Si llega un día que nos hallase en medio de una grande tempestad que amenaza naufragio, oh hermanos, que el Señor no oiga de nuestros labios esta pregunta sin razón; “Señor, ¿No tienes cuidado? Pues el amor del Señor Jesús por nosotros es tal, que “él nos cuida en todo”. Grace. L. W.

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