Por el Espíritu Santo con toda seguridad podemos decirle a Dios Papá

El Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, nos convence de la verdad, nos santifica y transforma, de tal manera que podemos actuar con solidez en nuestras decisiones, tal y como Dios quiere, de tal manera, que nuestra apariencia no sea como la de un niño inmaduro en la fe, sino que estemos en plena comunión con Dios, de tal manera que podamos decirle Papá.

Este texto tiene una manera muy especial de hablar sobre nuestra madurez, porque al vivir conforme al Espíritu de Cristo, y no conforme a la carne o bajo el impulso de nuestra vieja naturaleza, podemos decirle a Dios papá, es decir, así como cuando un niño ha crecido, y ya puede decirle papá a su padre.

Nuestra vida en Cristo nos hace libres del mal, y por lo mismo debemos vivir centrados en Cristo en todos los ámbitos de nuestra vida, ya no debemos ser llevados para cualquier lado, ya sea por un falso evangelio, o por la conducta carnal y contraria a la voluntad de Dios.

Es el Espíritu quien debe arraigarse en nuestro ser interior,  para que toda nuestra vida gire alrededor de él, de tal manera, que en nuestra vida en todo honremos a Dios, que ante el pecado actuemos con libertad, y no con libertinaje. Dejemos que el Espíritu Santo a través de los medios de gracia en los que tenemos que ejercitarnos opere en nuestro corazón, para que cambie nuestro corazón, moldee nuestro carácter y nuestra personalidad, de tal manera que como hijos nos parezcamos a nuestro Padre celestial.

Compartir