En el lunes de autoridad se nos presentan dos escenas especiales sobre un mismo propósito en la vida de los hijos de Dios; siempre debemos dar frutos y además, debemos tener presente las oraciones a Dios acompañadas con nuestra adoración.
Hoy vivimos en un tiempo muy oportuno para echar mano de la oración, pero también para ser instrumentos de la gracia divina, para que en la desesperanza de la humanidad reciba la buena noticia de que Dios está al tanto de todo, espera que nos ejercitemos en la oración y que en medio de la adversidad le adoremos, ya que su buen propósito prevalecerá por sobre el mal. Veamos algunas lecciones sobre las narraciones: La purificación del templo y la maldición de la higuera:
1. Dios espera de nosotros un despojo total del materialismo que nos roba el corazón, y de la religiosidad vacía. En lugar de esto, Dios quiere que hagamos tesoros en el cielo y que tengamos una comunión y una relación centrada en Cristo, ejercitando nuestra fe aquí dándole el lugar correcto a las cosas.
a. La espiritualidad es usar todo de manera correcta, lo que implica, reconocer que todo lo bueno desciende del cielo, de la mano de Dios y debe ser usado para su gloria.
b. No se trata de divinizar el templo, o poner a una denominación por encima de Dios, de hacer de las reuniones de la iglesia un tiempo de club y diversión. Debemos reconocer que las reuniones de la iglesia es una santa convocación para la oración, la adoración y para oír la predicación de la Palabra. Nada debe ocupar el lugar de Dios en las celebraciones cristianas, ni en nuestras vidas.
c. La presencia de Dios es el templo que debe ser honrado, también nuestro cuerpo es el templo de Dios que debe ser consagrado, debemos cuidarlo de la corrupción. Toda nuestra adoración debe ser sincera desde el corazón.
Las necesidades que tiene la humanidad y las adversidades que enfrenta, nos debe llevar a todos, a recuperar lo que se ha perdido, hay que darle el valor a cada cosa, a la familia, a nuestros roles como sociedad, debemos agradecer a Dios por la vida y por cada uno de nuestros oficios. Por sobre todo, hay que volver a la oración, como una de fe que confiese que Dios es el Señor soberano del mundo, es nuestro creador y salvador, que al él sólo debemos adorar y en quien tenemos que confiar para superar la crisis actual.
2. Dios espera de nosotros buenos y abundantes frutos. Los buenos y abundantes frutos de la justicia y la misericordia, lo cual no se trata de una falsa religiosidad como en la narración que se presenta sobre el templo.
a. Hay quienes pretenden con autoridad dictar leyes y disciplina, son los jueces de la justicia, pero que a la vez, no saben lo que es justo. La justicia es la vida bajo la práctica de la gracia de Dios, no puede aplicarse la justicia despojados de la misericordia.
b. Mientras los principales religiosos repelían a los enfermos del templo, Jesús los sanaba y entraba a sus techos, comía con los pecadores y publicanos. ¿Qué clase de creyentes eran los que presidían las reuniones del templo? ¿Qué clase de fe era la que tenía Israel?
3. Dios espera que nos despojemos de la hipocresía, de la apariencia. Si Jesús fue a la higuera para tomar de su fruto, fue porque la higuera con su follaje daba la apariencia de tener buenos frutos.
a. Nuestra vida cristiana no se trata solo de un activismo religioso. No se puede concebir a un liderazgo que se congrega para llevar a cabo sus actividades y compromisos pero no oran, no adoran, no escuchan el mensaje de Dios, mucho menos lo practican. Tampoco es lógico percibir a una congregación movida por la tradición y por la costumbre. Debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad, toda nuestra vida debe ser un culto de adoración sincera.
b. Jesús manifestó que lo más importante era una vida piadosa, llena de amor y compasión, que meros rituales vacíos y huecos. Dios también manifestó estar hastiado de la grasa y de la sangre producto de los sacrificios cuando el corazón del pueblo estaba lejos de él.
Hoy Dios nos llama a vivir una fe genuina, la que nos una a él en una vida sincera, la que nos libera de la frialdad y de la hipocresía, la que nos hace alumbrar en este mundo que necesita ser iluminado con la luz del evangelio, y la que nos mueve a servir como siervos fieles, que demos buenos y abundantes frutos.
También somos la sal que resuelve los sinsabores de una sociedad que no le encuentra sentido vivir ante tantas tragedias. Centramos nuestra vida en Cristo, disfrutemos de él, porque es el único nombre, que es sobre todo nombre, es el Señor y Salvador de nuestra vida, cuya autoridad debemos obedecer y en la que debemos confiar.
Lectura complementaria: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Isaías 29:13-16; Qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:6-16
Oraciones: Que tu vida esté centrada en Dios, que le adores de todo corazón y que tus frutos sean abundantes. Que tu iglesia sea sirva en este mundo, que disfrute la presencia de Dios y que sea liberada de la apariencia y de la vanidad.