Tomen esto y repártanlo entre ustedes – Lucas 22:7-23

Los judíos hacían memoria en la sangre del cordero de la pascua, porque por la sangre del cordero que pusieron en la puerta de la casa, el ángel exterminador no tocó a sus primogénitos, y porque a través de la muerte de los primogénitos de los egipcios el faraón dejó libre al pueblo de Israel. (Ex. 12:1-50)

La reunión de Jesús con sus discípulos, es una reunión íntima y familiar porque el cordero se comía en familia o en su caso con el vecino más inmediato (la abundancia del cordero pascual debía compartirse, la salvación era igual para todos). Sin embargo, Jesús les indica a sus discípulos que a partir de ahora deben hacer memoria en su muerte todas las veces que coman el pan y beban la copa. La verdadera liberación se centra no en la muerte del cordero pascual sino en la muerte de Jesús.

En este tiempo tan difícil en el que estamos obligados por una pandemia a estar en casa, debemos hacer memoria de la muerte de Cristo, quien como cordero fue llevado al matadero para salvar nuestras vidas. Hoy debemos aceptar que nuestro hogar puede ser protegido y salvado por la sangre de Cristo.

Debemos compartir en familia el Cordero que quita el pecado. Él es la salvación para nuestra familia y el mundo. Leer: Hechos 16:30-34

 

Veamos algunas lecciones en esta narración:

1. Jesús se entregó por la salvación de todos.

En la celebración de la última cena con sus discípulos, Jesús se entregó a ellos; él les dio el pan y les dijo; “este es mi cuerpo, que por ustedes es dado.” (Lc. 22:19) También tomó la copa y la dio a ellos diciendo; “esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por ustedes se derrama.” (Lc. 22:20)

Debemos aceptar el cuerpo y la sangre de Cristo, no para probarlo sino para comer y beber verdaderamente, esto es que Cristo esté en nosotros. De esta manera se recibe plenamente la salvación, así es posible la verdadera transformación de los hijos de Dios; se recibe la naturaleza de Cristo, se tiene la mente de Cristo, Cristo vive en nosotros y vivimos para Cristo. (Ro. 8:9-11, 1 Co. 2:16, Gá. 2:20)

Judas recibió el pan y la copa pero solo de manera externa, él rechazó a Jesús, pues lo entregó a otros religiosos, incrédulos e hipócrita como él, que preferían las vanidades de la vida por la avaricia. Ya lo dice la Biblia; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. (1 Tm. 6:10)

2. Debemos entregarnos a todos.

La íntima comunión entre Jesús y sus discípulos, es también intimidad entre los propios discípulos. Ellos deben continuar juntos, deben entregarse el uno al otro, debe amarse y deben servirse mutuamente. Aunque después se les ve a los discípulos discutiendo sobre quién sería el mayor entre ellos, finalmente entendieron sobre el servicio. (Lc. 22:24-30). Aunque en la muerte de Jesús se separaron, después Jesús al resucitar los juntó para que fueran testigos de la resurrección, para que esperaran el derramamiento del Espíritu Santo y para que llevaran el evangelio hasta lo último de la tierra. (Mc. 16:1-20)

Celebrar hoy la comunión entre nosotros, es recordar que Jesús se entregó por nosotros (hacer memoria de su muerte) y que entregarnos por nuestro prójimo es entregarnos a Jesús; debemos compartir lo que recibimos (Tomen esto y repártanlo entre ustedes, Lc. 2:17), recibimos amor hay que dar amor, recibimos benevolencia hay que ser benevolentes, recibimos perdón, debemos perdonar, recibimos misericordia, debemos ser misericordiosos con todo.

Debemos compartir el evangelio que recibimos y entregarlo por todo el mundo, aunque para ellos debamos tomar la cruz que Cristo tomó cuando se entregó a nosotros y por nosotros. (Jn. 13:20, Mc. 9:41, Ro.15:7, Lc. 9:23).

Hoy nuestra sociedad debe buscar la comunión con Dios, pero también en todas las crisis como la de hoy debemos ser solidarios unos con otros. Participar de la cena del Señor nos compromete a la unidad inseparable como es la unidad entre Cristo y nosotros, él es la cabeza de su iglesia quien somos nosotros, y por eso debemos recibir el cuerpo y la sangre de Cristo para nuestra vida eterna, pero también para compartirlo con nuestro semejante. Leer: 1 Corintios 11:27-34

Lectura complementaria: Porque aun Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado. 1 Corintios 5:7-8. De manera que el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. 1 Corintios 11:27-32

Oraciones: Que Dios te ayude a manifestar en la práctica tu unión con él y con tu prójimo. Que tu iglesia esté centrada en Cristo quien es su salvador y que sea una comunidad de bendición mutua.

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