
Desde lo profundo de nuestro ser, y con todo lo que somos, tenemos y hacemos, debemos hablar bien de Dios a través de la alabanza; nuestro corazón debe crear alabanza y con voz fuerte debemos decir lo que Dios es y hace en nuestra vida.El favor más grande que recibimos de Dios es la salud del alma y la del cuerpo.
Si Dios es el que nos hace estos inmensos favores, dejemos que actúe como su voluntad lo disponga; Dios trata con efectividad en cada área de nuestra vida, porque aunque sabemos que nos cura, puede permitir la enfermedad para nuestro bien, cosa que solo pueden entender quienes sabemos que Dios es capaz de obrar para nuestro bien en todo tiempo.
El Señor sabe bendecirnos internamente, de tal forma que nuestra vida sea moldeable a su palabra y propósitos. Por lo tanto, agradezcamos siempre a Dios, y nuestro clamor de sanidad y restauración nunca debe cesar, porque ciertamente en sus manos está nuestra sanidad física y espiritual.
Dios nos proveyó a Jesucristo, por eso es que a través de él somos perdonados, ya que llevó sobre sus hombros la cruz de nuestros pecados, de nuestros dolores y enfermedades. Por esto, hoy podemos orar a Dios sin reclamos, sino más bien, con humildad y confiando en los méritos de Cristo por nuestra salud y salvación.