Hay quienes por la ambición son capaz de entregar a su propio hermano y/o compañero de ministerio, y claro está que por lo mismo venden el evangelio, pero los que hacen tales cosas terminan pobres y con estado de vida miserable.
Jesús les había enseñado a sus discípulos que se entregaran unos a otros en una actitud de amor y de servicio, tal y como él se entregaba por ellos a una muerte dolorosa, en donde su cuerpo sería partido y su sangre derramada. Pero Judas, ese mismo día, en lugar de entregarse a Jesús, él entregó a Jesús movido por la avaricia, por el amor al mundo, a lo pasajero, por seguir los impulsos de satanás. Aun cuando Judas era uno de los doce apóstoles, y además era de mucha confianza, porque era el encargado de la tesorería, aun así fue capaz de vender a su maestro.
“Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” Lucas 22:47-48 RVR1069
La forma en la que Judas se acercó a Jesús para entregarlo, revela la realidad de nuestro tiempo, en donde existe mucha hipocresía y falsedad. Pero a la vez, el comportamiento de Judas, nos hace reflexionar, que no es suficiente solamente conocer de Dios, tener una religión, ser sólo oidores de la palabra sin guardarla, pero también revela la hipocresía y la falsedad que puede existir entre nosotros.
Cuidémonos de los Judas, pero también cuidemos que no seamos un Judas, ya que movidos por los deleites de este mundo, por el materialismo y por los placeres vanos de esta vida, podemos deshonrar a nuestro salvador, siendo infieles, teniendo una doble vida, y solo una religión, carentes de una relación cercana y sincera con Cristo. Pensemos que Judas por esa vida que tenía se sentía miserable, por eso buscó el dinero, y por lo mismo terminó suicidándose, porque la vanidad y la hipocresía no es vida.