Las mujeres con buena intención fueron al sepulcro de Jesús, pues querían poner ungüento especial en su cuerpo, pero esto también revela que ellas no habían creído la palabra de la resurrección, por eso les sorprendió el mensaje angelical que recibieron. Sin embargo, dicho mensaje que les impactó fue recibido con fe y obediencia, pues inmediatamente lo comunicaron a los apóstoles.
Hoy podemos vivir con seguridad nuestro presente pues Cristo es nuestro compañero fiel, con él somos más que vencedores, somos fortalecidos para perseverar en la adversidad, pero además, ante el Padre pide en nuestro favor, pues se compadece de nuestras debilidades.
Reflexionemos por un momento ¿Qué pensarían los que pidieron y ordenaron la crucifixión de Jesús cuando la noticia comenzó a correr que él había resucitado? ¿Cuántas cosas pasarían por sus cabezas y corazones por haber cometido tal crimen? Si Judas por su dolor profundo se suicidó y eso que no fue testigo de la resurrección, seguramente que muchos del sanedrín se lamentaron por su incredulidad.
Menciono esto, porque hoy muchos no creen en Cristo, y si no creen en la resurrección de Cristo, también son incrédulos sobre la promesa de nuestra resurrección, y si así siguen, su lamento será eterno y muy doloroso. Vivamos confiados porque Cristo vive hoy, vive en nosotros y con nosotros, su Espíritu es inseparable de nuestra vida, y un día le veremos tal y a como ascendió, ese día será glorioso, pues nos entregará la gloria de un cuerpo glorioso como el suyo.