
Los creyentes en Cristo siempre debemos estar pensando en la vida, y no es porque le tengamos miedo a la muerte, o porque estemos tratando de esquivar la realidad de que un día vamos a morir, más bien es, porque nosotros tenemos la seguridad de la vida eterna; sabemos que aunque muramos volveremos a vivir eternamente.La ansiedad es una condición de vida desesperante,
en donde se pierde toda la calma, y acompañada de la angustia la vida se vuelve muy triste, ya que la angustia nos hace sentir que se acaban todas las posibilidades de estar bien, porque estar angustiados es como vivir en un lugar angosto y profundo, es cuando se reduce la capacidad para respirar.
Al pensar en la muerte sin ninguna esperanza, al estar enfermo y sentir que no hemos logrado nuestra expectativa de vida o nuestros propósitos, naturalmente nuestra vida es atrapada por un estado de ánimo improductivo, de encierro en uno mismo, es como se acaba la esperanza del mañana, por lo que se llega a la conclusión de que no vale la pena hacer nada ya en el presente. Esta condición de ansiedad o depresión arruina totalmente a una persona y afecta a los que la rodean.
No debemos permitir que el miedo a morir nos robe la alegría de vivir, ese miedo que puede estar invadiendo el corazón puede salir cuando aprendemos a confiar en Dios, pues tiene el control sobre la muerte, y además, la seguridad de la salvación y la vida eterna nos dan el gozo necesario para que la muerte no nos domine al hacernos ver que en cualquier momento la vamos a enfrentar, aunque esto es una realidad, no nos debe afligir cuando tenemos la certeza que nuestra vida está escondida en Dios.